La Jungla languidece, se va vaciando lenta y voluntariamente, en este martes de “verano indio” en Calais. Los sudaneses fueron los primeros en irse, luego los eritreos, los sirios, los iraquíes y los más reticentes son los afganos, que temen que, en un acuerdo europeo, los reenvían a su propio infierno, con el argumento que ahora Afganistán es “un país seguro”.
En su segundo día, la “demolición persuasiva” del campo de refugiados más grande de Francia se ha iniciado, con la policía antidisturbios acompañando a los obreros de la empresa privada que desmontan esta miseria a mano, sin el apoyo de topadoras esta vez. Pero no existe la presencia del Estado francés en La Jungla, sólo el rumor. Si los refugiados quieren saber cuál será el futuro, deben ir al centro de acogida a 1 kilómetro, tras pasar el cerco policial. Si la información hubiese sido amplia y el centro de acogida no cerrara a las cuatro de la tarde, como cualquier oficina francesa, La Jungla se vaciaba en 24 horas.