El Senado brasileño se prepara para suspender en pocas horas a la presidenta Dilma Rousseff a fin de someterla a un juicio político, bajando el telón a más de 13 años de gobierno del izquierdista Partido de los Trabajadores.
Tras meses de crisis política que tienen en vilo al gigante sudamericano, el plenario de la Cámara Alta debate en una maratónica sesión si la presidenta debe ser juzgada por cometer un “crimen de responsabilidad” al utilizar préstamos de bancos estatales para tapar agujeros del presupuesto durante su campaña a la reelección.
Los conteos muestran que hay votos más que suficientes para apartar del poder a Rousseff por hasta 180 días, mientras dura el proceso. Para ello se requiere una mayoría simple de los presentes, en un pleno que cuenta con 81 senadores.
El temor del gobernante PT es que incluso 54 senadores o más -dos tercios del pleno- apoyen el impeachment. Esta cifra es la que se requiere en la votación final del juicio político para destituir a la presidenta de manera definitiva.
Una vez suspendida, Rousseff, la exguerrillera izquierdista de 68 años que en 2011 asumió como la primera presidenta mujer de Brasil, será reemplazada de manera automática por su vicepresidente Michel Temer, de 75 años, su exaliado del partido de centroderecha PMDB devenido enemigo.
Si Rousseff es finalmente declarada culpable al cabo de un juicio que puede durar hasta seis meses, Temer quedará al frente del país hasta 2018, cunado culmina su mandato.
El vicepresidente cuenta con el apoyo de los mercados, pero su popularidad es ínfima: solo un 2% de los brasileños votaría por él en elecciones presidenciales.
Por su parte Rousseff acusa a Temer de orquestar un “golpe moderno” en su contra y aduce que gobernantes de la oposición que la precedieron practicaban las mismas maniobras fiscales de las que se le acusa.