En una clara muestra de intolerancia, el gobierno estadounidense que encabeza Barack Obama, ha agilizado la deportación de centroamericanos para dar un mensaje claro a los ilegales: quienes pretendan entrar al país sin papeles, no se les permitirá quedarse.
La nueva estrategia Obama consiste en transportar a las familias ilegales a centros de detención más aislados para crear la atmósfera de que no son bien recibidos, y acelerar sus procesos de deportación.
Así, en un remoto paraje del desierto de Nuevo México, en el poblado de Artesia, más de 600 mujeres y niños se encuentran bajo custodia en un centro de detención de emergencia que fue abierto en junio.
El viernes, los oficiales comenzaron a llenar un nuevo centro en Karnes, City, Texas, para albergar a unos 532 adultos y menores, y han agregado más camas al centro familiar en Pennsylvania, el cual actualmente alberga a unas 95 personas.
“Nuestras fronteras no están abiertas a la inmigración ilegal”, dijo el secretario de Seguridad Nacional, Jeh Johnson, enfatizando su punto de vista cuando el centro de Karnes City comenzó a operar la semana pasada.
La mayor parte del debate en torno al influjo de ilegales se ha centrado en los 57 mil menores que viajan solos y que han sido aprehendidos en la frontera desde el pasado octubre. Pero el número de menores que viajan sin sus padres se ha incrementado rápidamente, casi triplicándose a más de 22 mil en lo que va de este año en comparación con los 8 mil 500 que fueron aprehendidos en el 2013, de acuerdo con el Centro de Investigación Pew.