Con el lema “un mosquito no es más fuerte que un país entero”, Brasil lanzó una campaña para eliminar los focos de reproducción del aedes aegypti, vector del zika. Pero ello no ha despejado las dudas sobre los riesgos asociados al virus y sobre la capacidad del país para contener su propagación. Más aún, crecen los temores de que la epidemia afecte los Juegos Olímpicos que se celebrarán el próximo verano en Río de Janeiro. Algunos deportistas han amenazado con no asistir y muchos turistas han cancelado sus reservaciones para el evento.
Con los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro a la vuelta de la esquina –faltan menos de seis meses– y localizado en la ‘zona cero’ de la expansión del zika, que ha infectado ya a 1.5 millones de brasileños, el país sudamericano puso en marcha el pasado sábado 13 una ambiciosa campaña para conscientizar a la población. La presidenta Dilma Rousseff viajó a Río de Janeiro y, vestida como funcionaria de sanidad, visitó un barrio pobre, dio instrucciones a la población sobre cómo impedir que el mosquito se reproduzca e incluso depositó ella misma químicos contra las larvas en contenedores de agua.
“Le ganamos la guerra a la fiebre amarilla en el pasado, y ahora vamos a ganarla contra el virus zika”, aseveró la jefa del Estado.
“Dos tercios de los criaderos del mosquito están dentro de las residencias. Por eso necesitamos la movilización de la población”, aseveró la mandataria, quien calificó de “guerra” la acción emprendida por su gobierno contra el insecto.
La preocupación en Brasil es alta no sólo por las imprevisibles consecuencias de un virus poco estudiado al que se le atribuye malformación craneal en neonatos, si infecta a embarazadas antes del quinto mes de gestación.
También preocupan las eventuales consecuencias para los Juegos Olímpicos de Río, un acontecimiento para el cual el país lleva años preparándose y que, sin vacuna contra el zika, amenaza ahora con desembocar en fiasco: Kenia –potencia en corredores de medio fondo y maratones– ha amenazado con no participar, mientras atletas como la nadadora medallista española Mireia Belmonte o Hope Solo, portera de la selección estadunidense de futbol, dijeron que no asistirán si el virus supone un riesgo para su salud.
Las agencias de viajes brasileñas también han reportado las primeras cancelaciones de reservaciones, realizadas por turistas que asistirían a los Juegos Olímpicos.
Y a escala internacional la polémica también ha sido notable. Autoridades sanitarias de las Naciones Unidas y de Estados Unidos criticaron hace dos semanas con dureza que Brasil mostrara reservas para compartir muestras de sangre infectada por el zika. Una postura que se fundamenta en la restrictiva legislación brasileña en lo que se refiere a compartir muestras genéticas, pero que parece cuando menos cuestionable en momentos en que buena parte del planeta trata de encontrar soluciones al problema del zika.