En medio de un clima de profunda crisis política e incertidumbre, la presidenta brasileña Dilma Rousseff negó que medite renunciar y convocar elecciones, y criticó el pedido de prisión preventiva contra su antecesor Luiz Inacio Lula da Silva.
“No tengo cara de quien va a renunciar”, dijo la mandataria ante la prensa en el Palacio del Planalto, sede del poder Ejecutivo, a dos días de la quinta manifestación para pedir un juicio político en su contra y su dimisión.
Reiteró que prevé terminar su mandato, que concluirá a finales de 2017, independientemente de las crisis política, económica y de la baja popularidad en las encuestas por los escándalos de corrupción que azotan a su formación, en el Partido de los Trabajadores (PT).
Nadie tiene el derecho de pedir la renuncia de un cargo de presidente legítimamente electo sin dar pruebas de que yo haya de alguna forma actuado contra la Constitución, subrayó la mandataria, que evocó su pasado como activista política.
La presidenta rechazó de plano el pedido de prisión porque “pasó todos los límites” y “ultrapasó el buen sentido”.
“Es absurdo que en un país como el nuestro asista calmamente a un acto de esos contra un líder político responsable de grandes transformaciones en el país”, aseveró Rousseff, en una de sus intervenciones públicas en la que se mostró más firme apoyando a Lula.