El presidente estadounidense, Barack Obama, recién llegado de sus vacaciones, llegó al estado de Luisiana, cono lo cual espera silenciar las críticas por no haber ido antes a apoyar a la población afectada por las históricas inundaciones.
Cuando a mediados de agosto lluvias torrenciales azotaron Luisiana, dejando al menos 13 muertos y cuantiosos daños materiales, Obama se encontraba en Martha’s Vineyard (noreste) para pasar dos semanas de vacaciones en familia.
El Ejecutivo ha respondido de forma “eficaz”, afirmó Earnest. “En eso ha estado enfocado el presidente, en la respuesta dada en el terreno y el destino de los habitantes de Luisiana cuyas vidas han sido perturbadas por estas terribles inundaciones”.
Ayuda federal de 120 millones de dólares fue habilitada para reforzar el restablecimiento de la situación, anunció el portavoz, poco antes de llegada de Obama a Baton Rouge. Con zapatos de marcha y la camisa remangada, el presidente empezó su visita a la capital de Luisiana, duramente golpeada, y deberá insistir en una reconstrucción a largo plazo.
La FEMA, la agencia federal encargada de las operaciones de rescate, señaló que hasta 79 centímetros de lluvia cayeron en algunos lugares en este estado costero particularmente pantanoso situado en la desembocadura del Misisipi.
Al menos 86.000 personas se registraron para solicitar ayuda federal ante los daños causados por las inundaciones, que resurgieron los dramáticos recuerdos del huracán Katrina, que devastó ese estado y dejó 1.800 muertos en 2005.