Sin fallar ni una sola vez, cada miércoles y sábado de la semana recorren las calles de la unidad habitacional Fidel Velázquez; su horario comienza en las primeras horas del día, antes de que el sol se vuelva abrasador y les impida continuar con su búsqueda de objetos que aún conserven algún valor y que les pueda beneficiar con algunas monedas para el sustento de las familias.
Son los pepenadores callejeros, aquellos que recorren todos los días las calles de la ciudad, principalmente las de las colonias populares, unidades habitacionales y Barrios, los días en que sus habitantes dejan las bolsas de basura a la puerta de sus viviendas para que el camión recolector pase por ellas una vez que el sol salga, aunque no tenga un horario fijo.
Mujeres solas o en compañía de sus hijos, algunos muy pequeños que deberían, por el horario, estar en la escuela; se apoyan con carreolas o carritos de super mercado, que habilitan lo mejor posible y todo espacio es aprovechable para cargar bolsas, cajas de cartón, botellas de plástico, ropa, libros, cuadernos viejos semiusados, entre otros productos, para su venta.
A diferencia de ellas, algunos varones, mejor vestidos, recorren las calles por la tarde-noche, o muy temprano por la mañana, con el mismo fin: buscar productos que puedan comercializar, aunque son más selectivos, pues prefieren pets de cualquier tipo, cuya venta es más rápida pues hay puntos para ello, y se transportan en triciclos donde llevan su “mercancía”, y los hay de todas las edades.
Su piel cobriza se ha vuelto “resistente” al calor y a lo rayos solares. Lo primero es encontrar algo útil que puedan vender. Sin servicios médicos, desafían al coronavirus, conscientes del peligro al recorrer las calles, pero aseguran la necesidad de alimento es mayor que el miedo.