Pregúntenle a un belga por la primera imagen que le viene a la mente con la simple mención de Argentina. Casi seguro, le verán dibujar una amplia sonrisa, como sólo puede hacerlo la Copa Mundial. Bélgica firmó una de las mayores hazañas de su historia en el partido inaugural de España 1982, al vencer por 1-0 a la Albiceleste comandada por Diego Armando Maradona. Este sábado buscará igualar la proeza ante la escuadra de Messi.
Cuatro años más tarde, los Diablos Rojos belgas imprimieron definitivamente su sello en la máxima competición futbolística. Hizo falta un “Pibe de oro” en su apogeo para poner fin a la aventura belga en las semifinales de México 1986, con un claro 2 a 0. Dos resultados opuestos, pero un mismo sabor de boca positivo.
Eden Hazard y sus compañeros todavía no habían nacido, en la mayoría de los casos. Pero este sábado 5 de julio, todos ellos tendrán la oportunidad de mantener esa positiva asociación de ideas con la bicampeona mundial en los cuartos de final de Brasil 2014. Y el centrocampista, la de erigirse en un héroe en el imaginario colectivo belga. “Todo el mundo habla sin cesar de la generación del 86. Nos gustaría muchísimo escribir la historia superando a nuestros predecesores”, precisó.
A Jean-Marie Pfaff nada le gustaría más que eso… A semejanza de sus amigos de la selección mexicana, el ex portero está convencido de haber desempeñado un papel de precursor. “Nuestra generación demostró que era posible llegar lejos en el campeonato. Ahora le toca a la actual seguir nuestras huellas”, afirmó. “Nuestra situación es similar a la de Dinamarca cuando ganó la Eurocopa en 1992. Además, los Diablos Rojos de hoy tienen más talento individual y experiencia al máximo nivel”.
Bélgica sudó tinta para salir airosa de la fase de grupos en México, antes de reencontrarse con su fútbol en octavos contra la URSS, una de las favoritas. Marc Wilmots todavía se acuerda. Tras haber estado pendiente del televisor en casa para saber si se clasificaban, el actual seleccionador ya pudo entonces tomar la medida de la capacidad para superarse que puede provocar un Mundial.
“Nunca habíamos estado tan mal en nuestra vida como en nuestros tres primeros partidos. Fue desastroso, pero finalmente nos clasificamos. Después, el equipo se transformó en dos partidos bajo el efecto de la euforia antes de enfrentarse a Argentina”, recordó Willy hace poco.
Sobre el papel, la clasificación de Bélgica para la segunda fase de Brasil 2014 pudo parecer un mero trámite. Pero en la práctica, al igual que en 1986, los belgas se vieron obligados a exprimir al máximo sus recursos mentales y físicos para acceder a los octavos. Una vez allí, la maquinaria ofensiva funcionó a toda marcha contra Estados Unidos, aunque tardó tiempo en rematar la faena. “Disfruté viendo a mis jugadores irse hacia delante y fabricar tantas ocasiones, pero no fue bueno para mi corazón”, subrayaba Wilmots unos minutos después del silbatazo final.
Su corazón podría latir todavía más fuerte cuando Lionel Messi se apodere del “Brazuca” en Brasilia, y revivir las sensaciones que tuvo con 17 años (hace 28) cuando veía por la tele cómo Maradona se hacía con el esférico. Sin embargo, al seleccionador belga le preocupa más la fuerza colectiva de Argentina que la individual de la “Pulga”. “Argentina tiene valores y tradiciones. Sus jugadores no se rinden nunca. En el 86, el mérito recaía esencialmente en Maradona. Con Ángel Di María, Gonzalo Higuaín, Sergio Agüero y Ezequiel Lavezzi (además de Messi), hoy son cinco los que pueden marcar la diferencia”.
Wilmots sabe que todo desarrollo pasa por superar las adversidades. El técnico se ilusiona con el reto que le aguarda, y de sus palabras se desprende que ya tiene trazado su plan de ataque. “Ya lo tengo todo en la cabeza. A Messi no vamos a verle jugar. Sé cómo sujetarlos. En cambio, me pregunto cómo harán ellos para contrarrestarnos. Va a estar interesante”, anunciaba en rueda de prensa, todavía bajo la emoción de la clasificación de sus pupilos a base de tenacidad y sufrimiento.
En México, los Diablos Rojos ya se dieron por contentos con invitarse a la mesa de los grandes. Contra el ogro argentino, tenían los ojos como platos. Los hombres que capitanea Vincent Kompany han cumplido su objetivo declarado, con un puesto entre los ocho mejores de Brasil 2014. Pero al contrario que sus predecesores, no quieren conformarse con ejercer de mera comparsa, por muy monumento del fútbol que sea su rival. Los argentinos están avisados: los belgas ya no se presentarán solamente para intercambiar su camiseta.