Por regulaciones de la Oficina de Control de Bienes Extranjeros de Estados Unidos (OFAC), ningún cubano residente en la isla, ni organismos estatales, pueden recibir pagos en dólares por cualquier tipo de transacción.
En la pasada Serie del Caribe efectuada en San Juan, Puerto Rico, el equipo Vegueros de Pinar del Río no pudo cobrar los 102 mil dólares de premios que gana el campeón.
Tampoco Yulieski Gourriel, Frederich Cepeda y Alfredo Despaigne, quien el año pasado jugó con los Piratas de Campeche, pudieron recibir la compensación por quedar en el Todos Estrellas de la competencia.
“Definitivamente no hay premio en metálico. Se les entregarán los galardones individuales como miembros del equipo Todos Estrellas y el trofeo de equipo campeón, pero nada de premio en metálico, porque lamentablemente, existe un embargo por parte de Estados Unidos que lo impide” precisó Puello Herrera momentos antes de comenzar la final México-Cuba.
El béisbol es una religión en Cuba, y sus nuevos cardenales son ahora Yulieski Gourriel, Alfredo Despaigne y Frederich Cepeda, la “tanda del terror” que dio palos a mansalva en este torneo.
Los tres venían de jugar en el béisbol profesional japonés, donde recibieron jugosos salarios para ingresar al reducido club de los nuevos millonarios de la Revolución.
Pero sus salarios palidecen si se comparan con los que obtuvieron algunos de sus excompañeros de equipo Cuba al firmar con franquicias de Ligas Mayores: Rusney Castillo (72,5 millones de dólares); Yasmani Torres (68,5); José Dariel Abréu (68); Yasiel Puig (42) y Yoanis Céspedes (36).
Más que el turismo, el azúcar, el níquel, los puros, el ron, y los médicos exportados, el béisbol podría convertirse, en un futuro, en otra de las locomotoras de la maltrecha economía cubana.
Pero tiene que salir de la trinchera en que lo ha metido el diferendo Cuba-Estados Unidos para convertirse en lo que siempre debió haber sido: un pasatiempo que define la identidad nacional. Emocionante, pero rentable.