Las medidas establecidas para el acceso controlado al mercado principal “Pedro Sainz de Baranda” se aplicaron sin problema alguno, y su efecto se reflejó no solo en una reducción en la asistencia ciudadana, o en el cierre de establecimientos “no indispensables”, sino sobre todo en una reducción aún mayor de las ventas que, a decir de los comerciantes, pasó del 50 al 70 por ciento.
Durante un recorrido por esa central de abasto se constató el cierre de gran parte de los mil 800 locales con que cuenta, la ausencia de gran parte de las “huacaleritas”, la instalación de vallas para definir los cuatro puntos de acceso señalados, la presencia de elementos policiales en cada uno, aplicación de gel antibacterial, no así de equipo para detectar la temperatura corporal de los compradores.
En el interior, cortinas bajadas, pasillos vacíos, con escasa iluminación, letreros de “solo para llevar” en los locales dedicados a la venta de alimentos y antojitos, donde faltaban los gritos de los locatarios y sus “secretarios” invitando a la gente a degustar las tortas, tacos, trancas de cochinita, lechón, relleno negro, o invitando a sentarse a disfrutar de la comida del día.
Para los vendedores de frutas y verduras, pollo, huevo, carnes rojas, como Rogelio Camacho, Marco y José Uribe y Anahí Escalante, este control para evitar aglomeraciones que pongan en riesgo la salud de los campechanos ante la contingencia sanitaria, agravó las bajas ventas que afirmaron pasaron del 50 al 70 por ciento y deben guardar mucha mercancía que antes de la contingencia, vendían en su totalidad.