El Estado Islámico (EI), que reivindicó los atentados en París, promueve la guerra santa (Yihad) y con sus tácticas brutales que incluyen asesinatos en masa, decapitaciones, crucifixiones y secuestros de minorías religiosas difundidas en las redes sociales, el EI ha producido una ola de temor y odio en todo el mundo.
El autodenominado EI es una agrupación yihadista radical de la rama sunita que en sus orígenes estuvo vinculado con la red Al Qaeda, cuando el ahora fallecido Abu Musab al-Zarqawi, un jordano, creó el grupo radical Tawhid wa al-Jihad.
En 2004, un año después de la invasión liderada por Estados Unidos en Irak, al-Zarqawi juró lealtad a Osama Bin Laden y fundó Al Qaeda en Irak, que se convirtió en la mayor fuerza insurgente durante los años de la ocupación estadunidense.
A lo largo de su historia ha tenido varias mutaciones hastan llegar a la actualidad en el que se denomina Estado Islámico, como indica su propio nombre, el grupo yihadista busca crear un Estado Islámico regido por la sharia (ley islámica) y al mando de un Califa.
Aunque sólo tiene presencia en Irak y Siria, en la actualidad controla una superficie de hasta 90 mil kilómetros cuadrados, el EI prometió romper las fronteras” del Líbano y Jordania con el fin de “liberar a Palestina”, cuenta con entre 20 mil y 30 mil combatientes activos, según la Agencia Central de Investigación (CIA), mientras la inteligencia británica estima en 100 mil los yihadistas.
Ciudadanos de más de 100 países están actualmente combatiendo en las filas del grupo yihadista, que al principio se financiaba de algunas personas de los países del Golfo Pérsico, como Qatar y Arabia Saudita.
Ahora ha logrado convertirse en un grupo sostenible financieramente, pues gana millones de dólares por la venta de petróleo y gas de los campos que controla, de los impuestos que recauda en su territorio y algunas actividades ilícitas como extorsión, contrabando y secuestro.