Un histórico acuerdo mundial contra el cambio climático, que une por primera vez en esa lucha a países ricos y en desarrollo, fue aprobado este sábado por 195 países en una conferencia cargada de emoción en París.
Seis años después de la fallida conferencia del clima de Copenhague, la comunidad internacional demostró que tomó conciencia de un problema que amenaza la vida en el planeta.
“Miro a la sala”, dijo rápidamente el canciller francés Laurent Fabius. “Veo que la reacción es positiva, no oigo objeciones: el Acuerdo de París sobre el clima queda aprobado” añadió con nerviosismo, antes de pegar un martillazo, como manda la tradición.
Los asistentes irrumpieron en aclamaciones y aplausos, y muchos rostros reflejaron los años de esfuerzo diplomático.
El Acuerdo de París reemplazará a partir de 2020 al actual Protocolo de Kioto y sienta las bases para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y, más importante aún, para empezar a soñar con un mundo sin combustibles fósiles.
Dos semanas de negociaciones, conducidas con maestría por la diplomacia francesa, llevaron a un resultado que plantea enormes retos para el sector energético, pero al mismo tiempo grandes oportunidades para los que apuesten por las energías limpias.
Los países industrializados, responsables históricos del problema, deberán ayudar financieramente a los países en desarrollo.
Pero las potencias emergentes que lo deseen, como de hecho ya ha empezado a hacer China, podrán hacerlo también, de forma voluntaria.
Todos los países se comprometen a controlar mutuamente sus planes de reducción de emisiones, bajo un nuevo mecanismo en el sistema de la ONU, con plazos quinquenales a partir de 2023.
El objetivo es que esas emisiones, principales responsables del calentamiento del planeta hasta niveles récord, dejen de aumentar “lo antes posible” y luego se reduzcan “rápidamente”, aunque sin fijar porcentajes, como querían los países más ambiciosos.
En la segunda mitad del siglo debería llegarse a un equilibrio entre las emisiones provocadas por las actividades humanas y las que pueden ser capturadas por medios naturales o tecnológicos.
Y en las calles de París, miles de ecologistas desfilaron para hacer oír su voz ante el desafío del calentamiento del planeta.
“Estoy aquí para mostrar que incluso sin tener mucha esperanza en la COP21, vamos a continuar luchando”, declaró Anne-Marie de 69 años.