Dolientes en Italia rezaron, se abrazaron, lloraron e incluso aplaudieron cuando los féretros de algunas de las víctimas del devastador terremoto que azotó el país pasaron por un funeral de estado el sábado, unidos en duelo como nación luego de tres días de tratar desesperadamente de salvar a cuantos fuesen posibles.
En la ciudad central de Ascoli Piceno, se congregaron para decir adiós a 35 de las 291 personas confirmadas muertas hasta ahora en el sismo que sacudió una vasta sección rural al pie de las montañas de los Apeninos.
Los féretros de 35 personas habían sido llevados a un gimnasio comunitario, una de las pocas estructuras en el área aún intactas y lo suficientemente grande como para recibir a centenares de dolientes para el funeral de Estado, que contó con la presencia del presidente Sergio Mattella y el primer ministro Matteo Renzi.
El obispo local, Giovanni D’Ercole, ofició una misa bajo un crucifijo que sacó de una de las iglesias dañadas en esa área pintoresca de pueblecitos medievales.
Las emociones acumuladas durante días estallaron es un crescendo de dolor. Un joven lloraba sobre el pequeño ataúd blanco de una niña, cerca de una mujer que acariciaba con suavidad otro ataúd pequeño blanco.
Muchos de los propios dolientes se recuperaban aún de heridas sufridas en el sismo. Por todas partes en el gimnasio se veía gente abrazada y llorando.
El terremoto de magnitud 6,2 se produjo el miércoles a las 3:36 de la madrugada y se sintió en una amplia zona del centro de Italia. Al menos 290 personas murieron, pero la cifra podría aumentar mientras continúan las labores de rescate. Varias personas siguen desaparecidas.