Como hizo en México durante su viaje apostólico, el Papa visitó en Cracovia un hospital pediátrico, ofreció una dosis de “cariñoterapia” a los internos y pidió no abandonar a los niños enfermos.
Tras vivir una mañana impactante en su visita al campo de exterminio de Auschwitz, Francisco dedicó la primera actividad de la tarde a recorrer el Hospital Pediátrico Universitario de Prokocim, donde saludó uno por uno a los pequeños.
Me gustaría poder estar un poco cerca de cada niño enfermo, junto a su cama, abrazarlos uno a uno, escuchar por un momento a cada uno de vosotros y juntos guardar silencio ante las preguntas para las que no existen respuestas inmediatas. Y rezar”, confesó al momento de tomar la palabra.
Deseó que todos los cristianos sean capaces de estar al lado de los enfermos con el silencio, con una caricia y con la oración, pero constató que la sociedad actual está contaminada por la “cultura del descarte”, que es lo contrario de la cultura de la acogida.
Estableció que las principales víctimas de esa “cultura del descarte” son precisamente las personas más débiles y más frágiles; lo cual calificó como una crueldad.
“Servir con amor y ternura a las personas que necesitan ayuda nos hace crecer a todos en humanidad; y nos abre el camino a la vida eterna: quien practica las obras de misericordia, no tiene miedo de la muerte”, añadió el sumo pontífice.