La división de la comunidad internacional acerca de cómo afrontar la lucha contra el Estado Islámico (IS, según sus siglas en inglés), ha llegado al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
El Consejo ha aprobado la resolución francesa con respecto a la lucha contra el terrorismo. Otra resolución, presentada por Rusia, ya lleva tiempo circulando, pero está paralizada porque implica reconocer a la dictadura de Bashar Asad, algo inaceptable para Occidente.
La resolución aprobada, presentada el jueves por Francia, equivale a una declaración de guerra de la ONU al IS, ya que considera que ese grupo “constituye una amenaza sin precedentes a la paz y seguridad mundiales”, y reclama adoptar “todas las medidas necesarias, de acuerdo con el Derecho Internacional, y en particular con los Derechos Humanos, con las leyes humanitarias y el Derecho de los refugiados, en el territorio controlado por el IS en Siria, para redoblar y coordinar los esfuerzos para prevenir y suprimir actos terroristas”.
Al mismo tiempo, Rusia había resucitado su proyecto, que pide trabajar con los líderes de la región para combatir a los fundamentalistas. Ésa es una propuesta inaceptable para Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia, por la sencilla razón de que, al referirse a los “líderes de la región” como socios está legitimando indirectamente a Bashar Asad, el dictador sirio, que goza del respaldo de Moscú, como socio de la comunidad internacional.
Y Washington, Londres y París exigen, como condición ‘sine qua non’ para cualquier plan de paz en la región, que Asad deje el poder. El martes próximo, el presidente francés, François Hollande, continua su ofensiva diplomática al otro lado del Atlántico con una visita relámpago a Washington, donde se reunirá con Barack Obama para tratar la respuesta a la matanza de París.