David Gutierrez
La presentación de Peña Nieto en la FIL y el escaparate, finalmente fallido, gracias a la impertinencia de un lector que quería saber cuáles eran los tres libros que más habían influido en la vida del mexiquense, detonó un bomba. Esta pifia ha sido la más explotada en el ámbito virtual, con sus respectivos afluentes en los medios “tradicionales”. Artículos, caricaturas e historietas, van y vienen en varios canales fortaleciendo la cultura del vínculo.
El desliz, como telenovela barata a la que se le van agregando capítulo tras capítulo, tuvo momentos postestelares:
1) Un condenable linchamiento virtual a la hija del candidato por reenviar un mensaje de su novio defendiendo a su suegro con una frase que mermó la sensible piel del animal digital: “un saludo a toda la bola de pendejos, que forman parte de la prole y sólo critican a quien envidian.”
2) Una disculpa pública de Paulina por sus palabras políticamente incorrectas en un medio por naturaleza incorrecto. Es decir, si todos los twitteros tuvieran que pedir disculpas por sus excesos, la red se convertiría en un inmenso y aburrido purgatorio. Pero casi nadie lo hace, salvo quienes por razones políticas están obligados a hacerlo.
3) Otro capítulo de la telenovela lo dieron algunos articulistas que tocaron el tema en sus espacios y que también se convirtieron en carne de cañón de las redes sociales. De todos ellos, Aguilar Camín escribió dos artículos que recomiendo leer: “Fuenteovejunos” y otro al que tituló “Anónimas cursilerías.” Ambos, dicho sea de paso, le valieron varias secuelas que también valdría la pena leer para tener la película completa, yo leí dos. Uno titulado “Respuesta (o réplica) a la columna ‘Fuenteovejunos’” de Héctor Aguilar Camín, escrito por Enrique Vargas y otro más incómodo titulado “Los condottieri del comendador y @aguilarcamin”, firmado por Guadalupe Montero.
De los dos artículos escritos por Aguilar Camín el asunto de la clandestinidad del emisor en entornos de discusión política es criticable, ciertamente, y a veces irritante. Pero me temo que ese fenómeno desaparecerá a partir de la propia autorregulación que imponen estos espacios. No creo, si tomamos como punto de partida el caso de Peña Nieto y sus pifias amnésicas en la FIL, que se trate, cuando menos en este momento, del aspecto de mayor relevancia.
Lo que más preocupados debe tener en estos momentos a muchos políticos, es saber en qué momento una pifia suya, servirá para desatar las pasiones en las redes sociales que debido a su multidireccionalidad son ingobernables, incontrolables e inmunes a eso que en el departamento de frutas y verduras del supermercado se conoce como chayote y en los círculos intelectuales recibe el nombre de cooptación.
Por si fuera poco, la telenovela se desbordó y ahora se autoinvitó un escritor estelar que en su momento fue priista de corazón, autor (o coautor) de frases memorables como: “Echeverría o fascismo”.
A todos los twitteros atribulados en busca de consejo, les recomiendo visitar la página de Guillermo Pérezbolde. Pese al tufo mercadotécnico de algunos de sus conceptos, es innegable que el cuate conoce su negocio. Por cierto, una de las recomendaciones de este asesor es: “Tardar más de tres horas en responder en Twitter o incluso no responder, es interpretado por los usuarios como una falta de interés…” Esa es una de las razones por las que yo no tengo cuenta.