El documento, que ya se había filtrado a principios de semana reclama una nueva estructura global que logre hacer más difícil que las grandes compañías o los grandes productores agrícolas o los grandes grupos industriales dañen el ambiente mientras persiguen ganancias.
La encíclica toma el nombre de la invocación de San Francisco de Asís: “Laudato si?, mi? Signore” que en el cántico de la criatura recuerda que la tierra, nuestra casa común “es también como una hermana, con la que compartimos la existencia y como una madre bella que nos recibe en sus brazos”.
La referencia a San Francisco indica también el espíritu sobre el que se basa toda la Encíclica, el de la contemplación suplicante y nos invita a mirar al Pobre de Asís como fuente de inspiración. Como afirma la Encíclica, San Francisco es “el ejemplo por excelencia de la preocupación por aquel que es débil y también por una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. [?] En él se observa hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, las obligaciones y las responsabilidades de la sociedad y la paz interior».
En el corazón de la Laudato si?, se encuentra esta pregunta: «¿Qué tipo de mundo queremos transmitir a aquellos que vendrán después de nosotros, a los niños que ahora están creciendo?” Y el Papa Francisco continúa: “Esta pregunta se refiere no solo al ambiente de manera aislada, porque se puede plantear la cuestión de manera parcial. Esto lleva a que nos interroguemos sobre el sentido de la existencia y los valores que están en la base de la vida social: ¿Con qué fin nos encontramos en esta vida? ¿Con qué propósito trabajamos y luchamos? ¿Por qué esta tierra tiene necesidad de nosotros?” Si no nos hacemos esta pregunta de fondo, dice el Pontífice, “no creo que nuestras preocupaciones ecológicas puedan tener efectos importantes”.
Estas preguntas nacen de una constatación: hoy la tierra, nuestra hermana, maltratada y saqueada, se lamenta; y sus gemidos se unen a los de todos los pobres y todos los rechazados del mundo. El Papa invita a escucharlos e invita a todos y cada uno? particulares, familias, comunidades locales, naciones y comunidad internacional ? a una “conversión ecológica”, a asumir el compromiso de cuidar la casa común.
Al mismo tiempo el Papa reconoce que en el mundo se va difundiendo la sensibilidad por el ambiente y la preocupación por los daños que se están sufriendo. Sobre la base de esa constatación, aspira a revertir el estilo de vida: “La humanidad tiene todavía la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común; el ser humano todavía es capaz de intervenir positivamente. No está todo perdido porque los seres humanos, capaces de degradarse al extremo, pueden también superarse y volver a elegir el bien y regenerarse”.