Luis Miguel inició con éxito el primero de 12 recitales en el Auditorio Nacional dentro de su gira Deja Vu. Ante casi 10 mil de sus seguidores mostró una apretada síntesis de su repertorio, desde las baladas, rancheras, boleros, hasta música disco, que llevaron a sentimientos íntimos y pensamientos comunes que trajeron recuerdos y unieron amores en ciernes.
Para algunas parejas, el romanticismo, fue el principio de una relación de la que sólo el tiempo daría solidez y trascendencia.
Desde temprana hora se creaba la atmósfera preámbulo de la tocada del llamado Sol, que sale para todos y todas, cubriendo con su manto de ídolo a los simples mortales.
Unos compraron por adelantado uno o varios souvenirs, otros, se compraban y vestían de una buena vez la camiseta con estampados como Luismi, Luis tu rey, Deja Vu, y alusivas a discos pasados.
El Sol es democrático y alumbra hasta a las clases populares, esas que cantan todas sus canciones en gayola, desde donde se aprecia un Luismiguelito.
Tras una hora de retraso, de repente se apagaron las luces, haces de luces cruzaron el espacio, la penumbra y el Deja Vu ya estaba en marcha.
La gritería lastimaba tímpanos y si algunas mujeres sufrían de algún trauma, dando sus gritotes, sublimaron sus problemas. Pero no sólo ellas hicieron su show, algunos muchachones suspiraron y exhalaron con descanso. No importó que el sol se equivocara en algunas letras.
Cual Moisés con un poder capaz de abrir las aguas, caminaba de un extremo a otro del escenario y sus fieles se paraban frente a él, para que él los viera.