El Papa Juan Pablo II visitaría Tabasco y un grupo de campechanos fueron en representación de los fieles del estado, entre ellos un matrimonio que serían los encargados de entregar las ofrendas que la Diósesis le enviaba al Santo Padre.
Él tenía una enfermedad muy rara e incurable, Policondritis Recidivante, que ataca a los cartílagos y al sistema circulatorio.
Caminaba con dificultad, ponerse los zapatos para ir a trabajar se convertía cada día en una tarea titánica.
El solo roce del viento en la cara hacía que las orejas y la nariz le doliera intensamente. Le dolían las articulaciones, vivir era extenuante.
El Dr. Carlos Lavalle Montalvo, premio nacional de reumatología y director del Hospital La Raza en México, le había recetado grandes cantidades de cortisona que no le permitían dormir y el cansancio crónico se hacía insoportable, porque el medicamento lo mantenía alerta toda la noche y la misma enfermedad era inutilizante.
Antes de salir a Tabasco su hija más pequeña, de 16 años le dice a su padre:
– “Pídele que ore por tí para que te cures”
pero él le contestó:
-“Voy a pedir que ore por todos los enfermos de Campeche, ahí estoy yo”
El día que llegaron a Villahermosa su esposa nos cuenta que pensó que su marido no iba a poder subir los 54 escalones del trayecto para entregar las ofrendas. Iba a ser demasiado, el simple hecho de permanecer sentado en carretera cinco horas ya habían agotado todas sus fuerzas. Se registraron en el hotel y el se recostó.
Al día siguiente todo empezó a cambiar, él amaneció con nuevos bríos, con fuerzas que no se le veían desde hacía 3 años, cuando inició la enfermedad a hacer estragos.
Al pie de la escalera habían unas personas vestidas de traje que les pidieron que no le dirigieran la palabra al Papa. Se quedaron pasmados, cómo le pedirían por los campechanos si no podían hablar con él.
Comenzaron a subir las escaleras y estas no fueron tan difíciles, la emoción era incontenible.
Cuando llegaron hasta arriba él les preguntó señalándolos uno al otro:
– ¿Esposo, esposa?
– “Sí, Su Santidad” Respondieron
El Santo Padre les hizo otras preguntas que al cabo del tiempo ya no llegan a la memoria con tanta exactitud.
El marido, al entregarle la ofrenda de filigrana, en una caja bellamente tallada, ambas realizadas amorosamente por manos campechanas, le dijo:
– “Traemos esto en representación de Campeche y le pedimos que ore por todos los enfermos campechanos”
Les puso las manos en la cabeza a los dos y les dijo
-Yo les bendigo a ustedes, a su familia y a su pueblo-
Antes de retirarse el Santo Padre les entrega un rosario que conservan con devoción.
2 meses después, en su siguiente visita al hospital, el Dr. Lavalle quedó sorprendido, los estudios decían que no había rastros de la enfermedad y ordenó ir retirando el medicamento poco a poco.
Al año siguiente se encontraron fortuitamente con el doctor, que estaba acompañado por otro médico campechano y le dice:
Este hombre superó una Policondritis Recidivante.
Esa fue la confirmación, la enfermedad había desaparecido y a más de 20 años, ellos dos, su familia y muchos campechanos más, siguen siendo bendecidos por el Beato Juan Pablo II.
Este es el rosario que reciben de propia mano de Juan Pablo II